
Un papel con líneas para escribir en él.
Un papel sin líneas para dibujar en él.
Al final, un papel sobre el que expresar sentimientos, sueños, deseos…
ya sea con palabras o con dibujos.
Buscaba y buscaba y buscaba…
Un papel sin líneas para dibujar en él.
Al final, un papel sobre el que expresar sentimientos, sueños, deseos…
ya sea con palabras o con dibujos.
Buscaba y buscaba y buscaba…
-¿Qué buscas?-
-Una hoja de papel con rayas –
-¿Para qué?-
-Para escribir la carta a Santa-
-¿Tan temprano?-
-Sííِí, por que sino llegan tantas que no le va a dar tiempo de leer la mía- la que así respondía apenas sobrepasaba el metro de altura. Sus rizos largos rojizos y brillantes se movían al compás de su cabeza y de su pequeño cuerpo.
Aquí, allá, abría, cerraba, empujaba, caía…
-¡Hey! - Alertó su mamá – mira el desastre qué estás haciendo. Espera que ya te doy una hoja para que escribas tu carta.
Buscaba y buscaba y buscaba…
- y ahora ¿qué buscas?-
- Un lápiz para escribir la carta a Santa-
-¿Y dónde están tus lápices de colorear?-
- Nooooo, esos no. Tiene que ser un lápiz especial, mágico, para que la carta le llegue y sólo Santa la pueda leer.
- Santa lee todas las cartas que le llegan – aseveró la mamá – no importa cuántas sean ni cuán largas sean, todas sin faltar una las lee Santa-
- ¿Y cómo lo sabes?- preguntó la pequeña con inquietud.
- Porque cuando yo era pequeña también le escribía a Santa-
- ¿Y ahora que eres grande ya no le escribes?- preguntó con sus redondos ojos de color cielo atentos, mirándola fijamente.
- Pues- dudó la mamá antes de responder – ahora no le escribo. Son los niños los que escriben a Santa.
- Yo siempre le escribiré, hasta cuando sea grande, así de grande- señalaba estirando su brazo y poniéndose de puntas sobre sus pequeños pies calzados solo con medias- porque Santa quiere que siempre le escriba.
- y ahora ¿qué buscas?-
- Un lápiz para escribir la carta a Santa-
-¿Y dónde están tus lápices de colorear?-
- Nooooo, esos no. Tiene que ser un lápiz especial, mágico, para que la carta le llegue y sólo Santa la pueda leer.
- Santa lee todas las cartas que le llegan – aseveró la mamá – no importa cuántas sean ni cuán largas sean, todas sin faltar una las lee Santa-
- ¿Y cómo lo sabes?- preguntó la pequeña con inquietud.
- Porque cuando yo era pequeña también le escribía a Santa-
- ¿Y ahora que eres grande ya no le escribes?- preguntó con sus redondos ojos de color cielo atentos, mirándola fijamente.
- Pues- dudó la mamá antes de responder – ahora no le escribo. Son los niños los que escriben a Santa.
- Yo siempre le escribiré, hasta cuando sea grande, así de grande- señalaba estirando su brazo y poniéndose de puntas sobre sus pequeños pies calzados solo con medias- porque Santa quiere que siempre le escriba.
Buscaba y buscaba y buscaba…
- Y ¿Ahora qué es lo que buscas? Ya tienes la hoja y el lápiz para escribir a Santa- dijo la mamá viendo a la pequeña dar vueltas y vueltas por toda la habitación.
- Tengo que sentarme en un sitio que sea especial para que la carta quede bien – dijo muy serena la pequeña, girando su cabeza de un lado a otro, buscando con la mirada el lugar especial.
- Puedes sentarte aquí, cerca de la ventana, la luz del sol que entra es tan bella que parece mágica – dijo señalando el escritorio que se encontraba allí y el rayo del sol que jugaba sobre él.
- Y ¿Ahora qué es lo que buscas? Ya tienes la hoja y el lápiz para escribir a Santa- dijo la mamá viendo a la pequeña dar vueltas y vueltas por toda la habitación.
- Tengo que sentarme en un sitio que sea especial para que la carta quede bien – dijo muy serena la pequeña, girando su cabeza de un lado a otro, buscando con la mirada el lugar especial.
- Puedes sentarte aquí, cerca de la ventana, la luz del sol que entra es tan bella que parece mágica – dijo señalando el escritorio que se encontraba allí y el rayo del sol que jugaba sobre él.
Buscaba y buscaba y buscaba…
-Bueno, bueno…y ahora ¿qué es lo que te falta para poder escribir la carta- preguntó inquieta la mamá al ver a la pequeña sentada en el escritorio con el papel y el lápiz enfrente de ella pero sosteniendo su cabeza con una mano y la mirada como triste, hasta preocupada, fija en la ventana.
-¿Cómo hago para poner aquí, señalaba el papel- todo lo que tengo aquí- señalaba su cabeza de rizos.
-Bueno, bueno…y ahora ¿qué es lo que te falta para poder escribir la carta- preguntó inquieta la mamá al ver a la pequeña sentada en el escritorio con el papel y el lápiz enfrente de ella pero sosteniendo su cabeza con una mano y la mirada como triste, hasta preocupada, fija en la ventana.
-¿Cómo hago para poner aquí, señalaba el papel- todo lo que tengo aquí- señalaba su cabeza de rizos.
Buscaba y buscaba y buscaba su mamá una respuesta que entendiera la pequeña escritora de apenas 4 años.
-Pronto en el colegio aprenderás a leer y escribir y así podrás hacerle tu carta a Santa.
-Pero yo quiero escribirle hoy –insistió la pequeña- tengo que escribirle hoy.
-Si quieres tu me dices lo que debo escribir en la carta y así te ayudo para que la puedas enviar.
-Nooooooooo- dijo la pequeña horrorizada- Tu no, yo tengo que escribirla porque es un secreto.
-Ah- dijo la mamá apesadumbrada, la situación se complicaba y sus argumentos comenzaban a agotarse.
Viendo la carita triste de su pequeña buscaba y buscaba y buscaba alguna forma de ayudarla que hiciera que ella sintiera que era la mejor.
-Pues entonces dibuja, dibuja lo que quieres decirle. Santa es tan especial que entiende todos los idiomas y todos los dibujos. De esa forma tu secreto solo lo sabrá él y nadie más.
La sonrisa que apareció en la dulce carita confirmó a la mamá que había conseguido la forma en que su pequeña pudiese escribirle a Santa y siguiese siendo un secreto entre ellos. De inmediato, la pequeña le dio inicio a su mágica carta. Su cabeza inclinada sobre el papel proyectaba una bella sombra sobre el mismo bañada por el rayo de sol que entraba por la ventana.
-Pronto en el colegio aprenderás a leer y escribir y así podrás hacerle tu carta a Santa.
-Pero yo quiero escribirle hoy –insistió la pequeña- tengo que escribirle hoy.
-Si quieres tu me dices lo que debo escribir en la carta y así te ayudo para que la puedas enviar.
-Nooooooooo- dijo la pequeña horrorizada- Tu no, yo tengo que escribirla porque es un secreto.
-Ah- dijo la mamá apesadumbrada, la situación se complicaba y sus argumentos comenzaban a agotarse.
Viendo la carita triste de su pequeña buscaba y buscaba y buscaba alguna forma de ayudarla que hiciera que ella sintiera que era la mejor.
-Pues entonces dibuja, dibuja lo que quieres decirle. Santa es tan especial que entiende todos los idiomas y todos los dibujos. De esa forma tu secreto solo lo sabrá él y nadie más.
La sonrisa que apareció en la dulce carita confirmó a la mamá que había conseguido la forma en que su pequeña pudiese escribirle a Santa y siguiese siendo un secreto entre ellos. De inmediato, la pequeña le dio inicio a su mágica carta. Su cabeza inclinada sobre el papel proyectaba una bella sombra sobre el mismo bañada por el rayo de sol que entraba por la ventana.
Buscaba y buscaba y buscaba…
-Pero, y ahora ¿qué buscas? Con una sonrisa pícara en su pequeño rostro contestó: -¡tranquila mami, solo busco el lugar secreto donde dejaré mi carta para que se la lleve Santa en la noche mientras duermo!
-Pero, y ahora ¿qué buscas? Con una sonrisa pícara en su pequeño rostro contestó: -¡tranquila mami, solo busco el lugar secreto donde dejaré mi carta para que se la lleve Santa en la noche mientras duermo!
Buscaba y buscaba y buscaba como empezar su carta mientras la pequeña dormía esa noche. Cómo podía escribirle a Santa después de tanto tiempo… Querido Santa, ¿te acuerdas de mí?...
Todos soñamos con que llegue la Navidad por millares de secretas razones…
Todos soñamos con que llegue la Navidad por millares de secretas razones…
Luisa M. Satine Sterling © Caracas 2005