La casa volvió a la rutina de siempre. La alegría de las fiestas se esfumó; se fue tras las risas de mis nietos y el amor de mis hijos.
Todavía engalanada con los adornos de las navidades pasadas. Al verla vacía me pareció más grande. Hace unos días cada rincón estaba lleno de alegría. Por eso ahora parece como si el alma se le hubiera secado. Caminé hasta la sala sólo alumbrada por el titilar de las luces del arbolito. Me senté en una de las butacas. Viendo sin prestar verdadera atención a lo que me rodeaba. Repentinamente vi sobre el sofá el viejo álbum de fotografías que alguien estuvo mirando y lo dejó allí tirado. Encendí la luz de una mesita cercana.
Lo tomé y empecé a hojearlo. Hace tanto tiempo que no lo veía que los recuerdos se agolparon en mi mente. Había muchas ya amarillentas, casi desvaídas. Las primeras éramos los dos cuando estudiábamos bachillerato. El grupo era grande; y allí estaba ella. Sobresaliendo entre sus compañeras. Yo, a un lado. Casi no se me ve. Otra saltando para darle a la pelota jugando volybol. Eloisa sobresalía en todas. Otra, ya en cuarto año y “empatados” desde el segundo atendiendo unos kioskos, para recoger fondos para los damnificados por el terremoto.
Sabíamos que ese amor lo haríamos eterno. Que nada nos iba a impedir que nos quisiéramos. Y así fue. Tal vez tuvimos una que otra discusión sin trascendencia y no nos hablamos por unos días. Pero siempre encontrábamos el pretexto para la reconciliación.
Salimos del bachillerato y los hermosos años de nuestra adolescencia quedaron atrás.
Entramos a la Universidad y nos graduamos: Eloisa de Comunicadora Social, yo de Ingeniero. Aprovechando la oportunidad que brindaba el ambiente y envalentonado por los dos tragos que había tomado, me presenté ante Don Luis y poniendo cara de de circunstancia le dije:
- Quiero pedirle la mano de Eloisa para formalizar nuestro noviazgo y casarnos en cuanto sea posible.
Con una sonrisa de satisfacción me dijo:
- Creía que nunca te atreverías a pedírmelo. Ese “empate”, como dicen ustedes, lo sabíamos hace muchos tiempo.
Al año siguiente nos casamos.
El nuestro fue un amor maravilloso: equilibrado, firme.
Roberto, Matías, Claudia, nuestros hijos. Con ellos llenamos algún vacío que pudiéramos tener. Fueron la base donde se sustentó nuestro amor. Ese amor que me hacía ver a mi mujer cada vez más hermosa. Pensaba que la veía de esa manera por que la quería demasiado.

Cuando Claudia iba a cumplir dos años, la casa se volvió un caos por la celebración del aniversario.
Salí a comprar no se qué cosa que hacía falta, cuando oí desde la puerta el grito de la cocinera.
- Cuidado, señora, el piso está mojado.
Corrí hasta la cocina y la vi en el suelo rodeada de una gran mancha de sangre. Me miró como pidiéndome disculpas al tiempo que decía:
- Perdóname mi amor, no sabía que estaba embarazada.
Con rapidez la llevé a la clínica. De inmediato la pasaron al quirófano.
Al poco rato salió un doctor que dijo:
-No pudimos hacer nada. Perdió mucha sangre. Su corazón no resistió. Tenía un embarazo de tres meses.

Ha pasado tanto tiempo y no he podido olvidarte… Discúlpame mi amor, pero con el tiempo ese amor se ha hecho más grande… Es la soledad que lo ha fortalecido… Esta casa se me hace cada vez más triste y sombría… Creo que los muchachos tienen razón al querer que me vaya a vivir con uno de ellos… Pero… Siempre he pensado que aun cuando sean tus hijos uno siempre estorba… (Echando un bostezo) El sueño ya está pegando… (Nuevo bostezo) Lo mejor es que me vaya a acostar.

-¿Disculpe, caballero, me concede esta pieza?
- Eloisa…
-Baja la voz que vas a despertar al servicio.
-Eloisa…
-¿Te acuerdas de nuestro primer vals cuando nos graduamos en
el instituto?
-Eloisa…
-No hay nadie en el mundo que baile un vals como tú.
-Eloisa…
-Ven… Bailemos nuestro vals…
-Eloisa… Eloisa...Eloisa…


Freddy Salazar© Caracas, enero 14-20111






Buenas tardes. Jaime alzó la vista del periódico que leía. Frente a su mesa estaba un hombre de mediana edad. Buenas tardes, respondió. ¿Es usted Jaime?, sí el mismo. Se levantó y dijo: siéntese, por favor. El hombre retiró la silla y se acomodó de cara a él. Pidieron dos cafés y dos vasos con agua. Bien, sabrá por qué lo cité aquí... Pues en verdad no lo tengo muy claro, respondió Jaime… Tenía necesidad de conocerlo. Al principio pensé en venir armado y acabar con usted; pero luego pensándolo calmadamente concluí en que ya no valía la pena después de todo lo sucedido. ¿Fue usted quién dejó las flores?... Si, respondido secamente Jaime... Verá, cuando me enteré sentí un odio enorme hacia usted; lo que pensé fue en matarlo, pero en consideración a mis hijos y nietos, preferí tomarme las cosas con calma... El sentimiento es recíproco, le dijo Jaime. Yo pasé años odiándolo a usted, en cambio su odio es reciente. Yo pasé años, sabiendo de usted y compartiéndola de a poquitos. Ricardo, yo a usted y a toda su familia los conocía por fotos. Usted ni sabía de mi existencia. Ya ve, ambos llevamos el mismo rencor y el mismo dolor dentro, pero ahora ya es inútil tomar represalias... Tampoco sería justo acusarla a ella; al menos yo siempre supe a que atenerme. Nos tocó vivir la vida así y ya no tiene caso culpar a nadie. ¿No cree usted que es más conveniente atesorar los gratos momentos que nos deparo Mercedes?... Sólo le pido que esto no llegue a conocimiento de mis hijos… Pierda cuidado, acotó Jaime. Mercedes siempre me hizo entender que su familia estaba por encima de todo... Ciertamente, creo que por eso no se atrevió a irse con usted, dijo Ricardo apesadumbrado... ¡En fin!, no demos más largas a ese asunto: tenía curiosidad por conocer a mi rival y entregarle lo que conseguí entre las cosas de Mercedes, que me revelaron la verdad... Una verdad a medias, dijo Jaime. Ya teníamos cierto tiempo distanciados, entre otras cosas por su enfermedad y porque yo opté por casarme. Sin embargo mantuvimos nuestra correspondencia... Ricardo lanzó sobre la mesa un paquete de sobres atados con un listón amarillo. Se puso de pie en silencio. Jaime ni siquiera hizo amago de despedirlo. El hombre le dio la espalda y se alejó. Jaime se quedó sentado unos minutos más contemplando el atado de cartas. Pidió la cuenta; metió el empaque en el bolsillo de su abrigo; recogió el periódico y se alejó lentamente…

América Ratto-Ciarlo. Caracas, octubre 2008










¿Qué es el amor? - sus ojos redondos y profundos me miraban sin pestañar.

¿El amor? - repetí como si no hubiese escuchado bien. El amor es algo mágico y único. El amor no pregunta sino responde a un corazón.

¿A mí corazón? - preguntó de nuevo como asombrada.

-Por supuesto que a tu corazón también... ¿No sientes cómo mi amor toca tu corazón? Igual tu amor está en el mío desde que nacistes. Cuando amamos los corazones se abrazan y no se sueltan nunca jamás.


Cuando el amor llega es como una envoltura de regalo que nos rodea, brillante, de colores bellísimos, alegres... No necesita palabras, solo se siente en tu corazón, brinca como cuando saltas en el parque que te hace sonreír. ¡Eso es el amor!

Se quedó pensando y caminaba viendo a su alrededor sin hablar...

¡Mira Abuela, un gato con gaticos!- dijo y corrió hacia ellos al mismo tiempo. Se detuvo al lado de la cesta donde tomaban el sol en el jardín de un vecino. La gata blanca y negro, bellísima, la miraba con fijeza como protegiendo a sus bebés...


De rodillas sobre la grama los observaba detallándolos, ¡todos le gustaban! Uno blanco con las orejitas negras y un punto negro en su barbilla bostezó y giró su cabecita como viéndola...

Abuela, mira, ¡me abrazó! ¡Me abrazó su corazón! - se abrazaba a ella misma- me ama Abuela, me ama y yo lo amo.... ¿nos lo llevamos a la casa?


© Luisa M. Satine Sterling

Caracas, Venezuela / Febrero 03, 2010












Hace muchos años en una ciudad lejana ocurrió un extraño suceso que conmocionó a las almas que recibieron invitación para asistir a una gran fiesta. La tarjeta explicaba que el ágape se realizaría en un bosque de nubes con el fin de unir a las almas que durante su vida hubieran estado casadas y desearan continuar estándolo.
“¿Cómo será esto posible?” se preguntaban incrédulos todos los fantasmas en una reunión celebrada entre ellos para dilucidar tal enigma.”Supongo yo, -dijo Alquonum, un sabio viejecillo-, que, como cuando se celebran las bodas, los curas y sacerdotes de muchas religiones se las arreglaban y aún hoy lo hacen para poner fin al romance de los novios con la célebre y conocida frase de unir en matrimonio a la pareja “hasta que la muerte los separe”, Dios, en su infinita Misericordia, desea unir nuevamente a las almas que deseen continuar casados en un Matrimonio Post Mortem”.
-Eso sería maravilloso – dijo una de las almas participantes, suspirando ante la posibilidad de volver a ver su antiguo amor- sin embargo –añadió- creo que asistir al magno evento no es tarea fácil- dijo señalando la nota al pie de la tarjeta, que rezaba como sigue: “Se ruega a los fantasmas asistentes a la Gala Amorosa, ir vestidos de azul fosforescente, debido a que sin este requisito no se les permitirá la entrada.”
-¿Y cómo hacer para lograr tal efecto en nuestras túnicas translúcidas?- Preguntó otra almita penitente.
- Habrá que llamar a los físicos, a los químicos o a los magos para que nos ayuden- comentó uno de los fantasmas de juventud prolongada.
-¡Si existen tantos inconvenientes no vamos a poder ir al baile! argumentó un desilusionado y malhumorado espíritu.

Estas eran las expresiones y las preguntas que se escuchaban en todas las esquinas celestiales y también en la Tierra, donde otros fantasmas se encontraban cumpliendo pasantías con algunos enfermos para poder graduarse de Angeles Protectores.
Entre ellos se encontraba una hermosa fantasmita llamada Qala, quien al enterarse de la noticia, revoloteó de un lado al otro tanta era la felicidad que embargó al enterarse de la magnífica perspectiva de encontrar a Quonum, su amor eterno, en la fiesta que se anunciaba. Pero pronto su alegría se fue al traste cuando se dio cuenta que ella no podría asistir al ágape nupcial, pues cuidaba a un viejecito y no lo podía dejar solo. ¿Quién le dará su medicina y le tomará la tensión?” ¿Y entonces tampoco podré ver a Quonum, Dios mío?” – Se preguntó angustiada. “Y, por otra parte –continuó reflexionando-, si hubiera podido asistir ¿Cómo hubiera adquirido el color azul, necesario para entrar a la fiesta? Todo se presentaba muy, muy difícil, suspiró acongojada. Sin embargo, ella no perdería la fe. Estaba segura de que habría alguna salida, sólo que no sabía cuál.


Por más que Qala se planteó alternativas y posibilidades no pudo encontrar ninguna satisfactoria ni para ella, ni para su paciente. Así que lloró con mucho disimulo su pena por los rincones para que el anciano no se percatara, pues no debía tampoco preocuparlo. Sin embargo, a pesar del cuidado que la fantasmita puso en ello, a don Anselmo, viejecillo muy sagaz, a quien no se le escapaba un detalle, observó los enrojecidos ojos de su gentil enfermera. Notó que ya se le había agotado el colirio celestial, y que por más que se echara gotas de agua bendita en los lagrímales, ella no lograba disimular su tristeza.
Entonces, ante tan dramática situación, el joven de otro tiempo decidió ayudarla, comunicándose de inmediato con el Padre Eterno para expresarle su inquietud por Qala y ver qué podía hacer el Todopoderoso en su favor, pues el anciano notó que la pobre fantasmita redobló sus cuidados para con él, sin importarle el enrojecimiento de sus ojos.


Y así, pasaron los días y las noches, hasta que llegó la noche de la Gran Fiesta. Qala,, pensando en este acontecimiento, paseaba su inmensa soledad por el jardín y daba ya por imposible su encuentro con su enamorado Rodnum, cuando sintió un extraño ruido, algo así como un aleteo muy cerca de ella. Creyó que se trataba de algún pájaro que comía frutas en la oscuridad del jardín, pero casi se enreda la túnica con las ramas, cuando se encontró frente a frente ¡al propio San Miguel Arcángel! Tenía un hermoso traje azul ceñido a su musculoso cuerpo y la capa roja y las alas húmedas de rocío. Llevaba una de las sandalias desatadas, por lo que dejó a un lado su espada y su balanza para arreglársela, mientras saludaba a Qala y le preguntó, aparentando desconocer el motivo de su aflicción:
-Qala, fantasmita amiga, Dios te bendiga. ¿Qué te pasa que te encuentras tan triste? Te veo muy pálida. Me parece que estás descuidando tu salud y eso no está bien.
Entonces, la sorprendida chica-fantasma le contó sus penas. Le dijo cómo había conocido a Rodnum, cuando estudiaban juntos en la universidad; cómo se enamoraron y se casaron. Le explicó que habían preparado un lindo proyecto de vida juntos, pero que, lamentablemente, éste se ha había visto interrumpido cuando un triste día para ella, Dios lo llamó a su lado urgentemente y él partió, prometiéndole a su querida esposa que nunca la olvidaría. Le contó que mucho tiempo después le tocó a ella acudir al Divino llamado y decidió ir entonces buscar a quien había sido su marido, pero era hora y momento en el que todavía no lo había encontrado. Eso la preocupaba, pues estaba segura que él la estaba buscando también. Por esta razón, al enterarse de la Gala Nupcial a la que habían sido invitadas las almas que quisieran unirse nuevamente, era tan importante para ella. Deseaba asistir, pero su obligación se lo impedía.
- No puedo dejar a don Anselmo solito- continuó llorosa- y tampoco –si fuera el caso- no sabría cómo volver azul mi transparencia. Sabes bien, San Miguel, que ése es el requisito necesario para asistir al baile – concluyó finalmente, sonándose la nariz.
El ángel la escuchó con mucha atención, mientras movía afirmativamente la cabeza.; luego, se acercó hasta ella le y dijo:
- No te desanimes, Qala, puedes ir a la fiesta, si lo deseas. Por orden Divina los Angeles, Arcángeles y Querubines vinimos para suplirlos a ustedes, los aprendices de Angeles Protectores que deseen poderse seguir amando en la eternidad. Yo protegeré a don Anselmo y lo cuidaré en tu ausencia. En cuanto a la Fosforescencia Azul de tu túnica, no te preocupes. El Departamento de Suministros del Cielo nos dotó con billones de pomos azules para rociarlos sobre las parejas de las almas que asistan al encuentro y, de esta forma puedan reconocerse y unirse en matrimonio para siempre en la Eternidad...

Y, mientras el anciano don Anselmo dormía beatíficamente, roció a la feliz y resplandeciente Qala con la maravillosa fosforescencia azul para que fuera en busca de su amado Rodnum.
Finalmente, fue así como Qala, envuelta en celestes velos nupciales, entró a la Fiesta del Gran Encuentro Amoroso y se unió para Siempre a Rodnum ,su marido, quien trajeado del mismo tono, ya la esperaba en el altar. Dicen, quienes asistieron a esa memorable noche de los fantasmas enamorados vestidos de azul, que las bodas fueron celebradas, justamente el 14 de febrero, Día de San Valentín, en uno de los Años del Señor.


© Myriam Paúl Galindo

Caracas, Venezuela 2001/ Revisado 2011